En un comienzo se lo consideró como dios del aire pero luego se lo vinculó definitivamente a Ra, por ello su denominación como Amón-Ra, quien era el dios del sol y el de la vida en la mitología egipcia, el dios más trascendental por cierto instancias de esta cultura que fuera tan relevante en la antigüedad.
Este dios captó toda la atención y devoción por parte de los faraones, aún era más determinante que el dios de la guerra. Dentro del panteón egipcio era la máxima divinidad.
Una característica puntual e insoslayable de este dios y que en algún punto demuestra esta dependencia por parte del poder es que se lo consideraba omnipresente, en todos lados estaba él y todo lo veía.
Los egipcios, los faraones, se acercaban a sus lugares de culto para rendirle ofrendas y también para pedirle que les conceda diversas cuestiones.
Los faraones fueron considerados en su cultura como seres divinos además de autoridades políticas, y por caso es que se los asociaba al Dios Amón-Ra.
Una vez muertos si se consideraba que adquirían inmortalidad y recibían un tratamiento especial que inlcuía la adoración en los templos destinados a la adoración de los dioses.
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